sábado, 16 de agosto de 2014

                                                          Una luz en las sombras.


La noche inunda el cielo, la oscuridad lo envuelve todo y el silencio se ve únicamente desafiado por las olas rompiendo contra el muelle. Como este quebrado silencio ejemplifica, nada es absoluto y la oscuridad, no iba a ser más. Una luz vive en el fondo de las tinieblas nocturnas y un cartel iluminado por esta da nombre a su procedencia:"Scissor Happy". Bajo el cartel una puerta se abre y un extravagante hombre entra, vestido con una chaqueta negra de tela totalmente desabrochada, con las mangas apenas por debajo de los codos, la capucha puesta y sobresaliendo de esta dos orejas de gato. Debajo de la chaqueta lleva una camiseta negra de pico metida en unos pantalones del mismo color que terminan  en unos elegantes zapatos a juego y un cinturón, negro también, rodea su cintura para luego caer por detras hasta la altura de los tobillos, como si de una cola se tratase. El misterioso encapuchado se encamina hasta la barra mientras saca las manos de los bolsillos mostrando unos guantes, negros por supuesto, sin dedos. En cualquier otro lugar la gente hubiese dejado lo que estaba haciendo para mirarle, le hubiesen juzgado con sus acosadoras miradas y hubiesen criticado su aspecto, pero no estaba en cualquier otro lugar, estaba ahí y ahí, su presencia era algo totalmente natural y la gente lo respetaba, pues por eso estaban ahi, por el respeto ya que, si echarais un ojo a la clientela de ese bar, comprobaríais que estaba muy lejos de ser lo que la gente llama "normal". No todos vestían como este hombre, como posiblemente pensareis, no, cada uno tenía su propio estilo, desde el más gracioso y simpático hasta el más confuso e imponente, algunos incluso normales, pero si bien su aspecto lo era, no lo era su comportamiento, no lo era su forma de ver el mundo, y es que eso es, básicamente, lo que diferenciaba a la clientela de ese bar del resto del mundo, ahí estaban a salvo, ahí podían creer lo que quisieran creer. Cuando el encapuchado alcanzó la barra cogió una de las sillas y se sentó. En el asiento de al lado, en ese mismo momento, un hombre joven, de unos 20 años, mantenía una conversación con la dueña del bar. El hombre era rubio con una larga cresta que, desde la cumbre del flequillo, iba perdiendo altura a medida que alcanzaba la nuca, mezclándose con el resto del pelo, bastante corto. Sus ojos eran verdes y su cara la de un callejero. Vestía una camisa roja sin mangas de la cual, en el hombro derecho, salía un vendaje que llegaba hasta la mano, y unos pantalones vaqueros introducidos en unas botas verdes.
-A ver -decía el hombre-, no sé mucho de inglés, pero ¿"Scissor Happy" no es "Tijera Feliz"? ¿Qué estabas pensando para llamarlo así?
-Bueno -respondió la mujer con voz firme-, eso te lo puede responder él -señaló al encapuchado con la barbilla-, ¿no?
El hombre se giró hacia el encapuchado y este sonrió emocionado.
-¡Esta me la sé! -dijo apoyando los codos en la mesa, entrelazando las manos, y apoyando en estas la cabeza- Scissor Happy es una expresión inglesa que hace referencia a cuando estás usando unas tijeras y sin darte cuenta cortas más de lo que querías en un principio, o en otras palabras, cuando te dejas llevar.
-Exacto -remató la mujer-, este bar fue hecho para aqueyos que quieran dejarse llevar, seguir sus propios instintos y ser ellos mismos.  -el aspecto rudo de la mujer hacía que unas palabras tan profundas sonaran raras saliendo de su boca, pero aún así, no perdían significado-.
-Sus propios instintos eh. . . .  -la voz del hombre se apagó lentamente, se quedó en silencio unos segundos y de pronto rompió a reír- ¡Interesante! -exclamó entre risas, mientras que se levantaba y se iba con las manos en la nuca alegremente-.
El encapuchado miró como se marchaba y luego dirigió su mirada a la dueña del bar. Esta era alta. Su pelo, marrón y corto, bastante enmarañado, le quedaba a la altura del cuello. Un parche cubría su ojo derecho, mientras que su ojo izquierdo, de color castaño, mostraba una mirada más fiera que cualquier bestia. Su piel era morena y su constitución notablemente fuerte y a la vez, mantenía una extraña belleza en su cuerpo. Vestía una camiseta con las mangas arrancadas que en su momento debío ser blanco, pero que con el tiempo había cogido un color como el de la arena, un largo pañuelo rojo atado a su cintura hacía de cinturón y unos pantalones verdes anchos, a la altura de las rodillas dejaban ver en sus pies unas chanclas medio rotas.
-Hm. . . .  -el encapuchado suspiró, desenlazó sus manos dejando una caer en la mesa y apoyando su cabeza, algo inclinada, en la otra mano- Desde luego este sitio crea escuela, ¿eh Eola? -Bajo la capucha una melena negra y lisa caía en mitad de la cara de rasgos delicados de un adolescente tapándola un poco, pero no lo suficiente para no dejar ver unos ojos azules entrecerrados y una vaga sonrisa-.
-¿Tú crees? -preguntó mientras se reía por lo bajo- Eso es bueno, esa es la idea.
Eola se fue agachó tras la barra y comenzó a rebuscar entre unas cuantas botellas descartando una tras otra y mientras, el joven, se perdía muy lejos de allí, en sus propios pensamientos.
-Por cierto, Namira -dijo Eola devolviéndolo al mundo-, mira la monada que me encontré ayer -se incorporó de nuevo con una botella de cristal con elegantes trazados en las manos-.
Namira la miro desinteresado.
-No tienes ni idea de que es, ¿verdad?
-No.
Eola se rió brevemente y luego se dispuso a explicar.
-Se trata de un macallan de 64 años, es uno de los licores más caros del mundo, esta botella es de dos litros, una mas pequeña podría alcanzar los 460. 000 euros de precio.
Namira se quedo pasmado al oirlo pero trato de recuperar la compostura.
-Bah -se quejó- pero es por gente que paga más por el frasquito que lo trae que por el licor en sí, estupideces de los ricos. . . .  de todas formas, ¿qué haces tú con eso? -hizo una breve pausa- y más importante, ¿qué vas a hacer con él?Venderás cada gota por un riñón. . . .  ¿no?
Eola se rió y luego le respondió.
-No digas estupideces.
-¿Riñón y medio? -insistió Namira-.
-No, no -dijo riendose de nuevo-. De momento el negocio va bien, no necesito tanto dinero, de hecho, estaba pensando en darme un capricho y tomármelo. ¿Qué me dices? ¿Un trago?
-Ya sabes que no bebo -la miró seriamente-.
-Venga, una oportunidad como esta no se tiene todos los días -dijo sonriente mientras ponía un vaso frente a él-.
-No me gusta.
-¿Y cómo lo sabes si nunca has probado? -sonrió mientras descorchaba la botella y llenaba el vaso que le había dado-.
-Ugh. . . .  -refunfuñó un poco pero al ver que su compañera tenía razón, desistió- Supongo que una vez al año no hace daño -dijo aún sin convencerse del todo mientras agarraba el vaso y se lo llevaba a la boca-.

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