domingo, 31 de agosto de 2014

                                                                           Una luz en las sombras
                                                                                               8

En ese mismo momento, Kyra ya en el instituto, ve en su mesa lo que parecía ser un retrato suyo en el que un ladrillo sustituía su cara. Uno de sus compañeros de clase se acerca a ella mientras observa el dibujo y poniéndole una mano en el hombro le habla. 
-No te lo tomes muy en serio -dice en tono reconfortante-, en realidad los ladrillos se expresan más -continúa cambiando su tono por uno más insultante-. 
Un breve coro de risas llena el aula y la joven se quita la mochila y la cuelga en la silla para luego sentarse e intentar borrar el dibujo de la mesa con el pulgar. Entre tanto, un profesor entra en el aula cesando así las risas y sentándose cada alumno en su sitio. 
-¿Puede saberse a qué viene tanta risa? -pregunta seriamente- Más os vale que no estéis molestando a vuestra compañera otra vez. 
-No te preocupes profe, tiene nervios de acero -responde uno de los alumnos seguido de las risas de los demás-.  
-¡Silencio! -exige el profesor haciendo que todos se callen de nuevo- No deberíais burlaros de los problemas de los demás, ella no tiene culpa de ser así. 
Unos cuantos alumnos se ríen por lo bajo de este comentario y Kyra agacha su cabeza manteniendo la esperanza de que el profesor se calle y empiece la clase. Cuando por fin esto sucede, Kyra termina de borrar el dibujo de su mesa y saca de su mochila una libreta y un bolígrafo para tomar apuntes. La hora pasa y el timbre da comienzo al cambio de clase, en el que la joven aprovecha para salir del aula a airearse un poco y ve, de casualidad, a su padre. Le sigue para ver que hace y lo ve entrar en el cuarto del orientador. Se acerca a la puerta cerrada e intenta escuchar. 
-…que usted es Jecht Red, ¿no? -oye al orientador-. 
-Si, venía a hablar sobre Kyra -responde la voz de su padre-. 
El alboroto de unos cuantos alumnos le impide oír pero solo por unos segundos. 
-…tenderá que el comportamiento de su hija no es normal.  -oye nuevamente la conversación-. 
-Me da igual si a vosotros os parece normal o no, no hay nada que corregir en su comportamiento. 
-Mire, es obvio que usted no quiere verlo, pero alguien que se comporta así tiene un problema más que evidente. 
Kyra se aparta lentamente de la puerta mientras junta sus manos detrás de su cuerpo y se vuelve a su aula, lejos de querer oír más. Al llegar y comprobar que el profesor aún no ha llegado, se va hasta su sitio y abre su mochila para ir cogiendo el libro, pero lo que se encuentra es un ladrillo entre sus cosas. Las manos empiezan a temblarle y se va del aula, corre escaleras abajo y sale del instituto. Se aleja tanto como puede mientras nota como unas lágrimas descienden por su serio rostro dándole esta vez algo de expresión. Caminando acaba llegando un pequeño río que cruza la ciudad y busca con la mirada el puente. Una vez lo encuentra se dirige a él exigiéndose a sí misma una solución.  Se seca las lágrimas vagamente con una mano mientras su paso se ralentiza poco a poco hasta quedar parada frente a la varandilla del puente. Apoya sus manos en esta notando su frío y tira su mirada al agua generando lentamente el valor para unirse a ella. Vacía su mente, coge aire y lo suelta lentamente. Empieza a abrir despacio sus ojos pero acaba abriéndolos de golpe al escuchar unas ligeras pisadas. Dirige la mirada hacia su izquierda y se tranquiliza al ver un simple gato correteando por el puente. 
-¿Tienes miedo? -la sorprende una voz desde su derecha-. 
Se gira instantaneamente hacia su derecha y ve pegado a su lado a un joven con capucha y orejas de gato apoyado comodamente en la varandilla observando el río. Pasada la sorpresa se da cuenta de la pregunta que le acaba de hacer y devuelve su mirada al río. "¿Miedo?" piensa para sí. 
-Un poco. . .  -responde tras pensarselo-. 
-Venga ya -dice el joven mientras se sube a la varandilla- si es fácil. 
Kyra contempla al chico gato manteniendo el equilibrio sobre la varandilla cuando este, sin más, le tiende una mano. 
-Te ayudare un poco -le dice con una extraña sonrisa-. 
Tras dudar un poco, acepta su mano y el joven, sin perder el equilibrio le ayuda a subirse a la varandilla con el. Kyra no mantiene muy bien el equilibrio pero el chico evita que esta se caiga. 
-¿Lo ves? -le dice cordialmente seguido de una breve pausa- pero ahora se sincera. . . 
El joven la empuja hacia el río y el pulso de Kyra se acelera rápidamente hasta que su cuerpo se frena de golpe en el aire. Por unos momentos el miedo impide a Kyra entender lo que ha pasado, hasta que mira al frente y ve al chico inclinado hacia el puente, manteniendo los pies en la varandilla pegados a los suyos y agarrando todavía su mano, haciendo que el hueco entre sus cuerpos forme un triangulo invertido. La joven recupera el aliento poco a poco y el desconocido vuelve a mostrar esa extraña sonrisa de antes. 
-¿De qué tienes miedo? -dice terminando la frase que había dejado a medias-. 
Kyra no entiende la pregunta así que se queda en silencio. 
-¿Es lo que quieres no? -le explica- Morir. ¿Por qué temes entonces cuando estás a punto de tirarte?
Kyra no tiene ni idea de que responder, ni siquiera lo había pensado. El chico gato tira repentinamente del brazo de la joven poniendose a sí mismo en equilibrio en la varandilla y tirandola a ella al puente. Tras esta caída la chica se levanta del suelo algo dolorida y contempla al chico caminando de un lado a otro por la varandilla, con los brazos extendidos para mantener el equilibrio. 
-Es increíble lo fácil que es mentirse a uno mismo, ¿eh? -le comenta acompañado de una risita- Cuando los problemas nos superan, a menudo nos forzamos a creer que queremos morir, porque claro, así todos los problemas se irían -hace una pausa mientras cambia de direccion en la varandilla-, pero cuando queremos intentarlo nos asustamos y aún con ello, nos insistímos en que es lo que queremos. . .  ¿¡Es que somos gilipollas!? -pregunta poniendo gran énfasis-. 
Se tambalea en la varandilla y se deja caer sentado en esta. 
-¡Es obvio que no es lo que queremos! -prosigue como si nada hubiese pasado- De lo contrario, no tendríamos miedo, ¡pero lo tenemos y eso es porque queremos vivir! Tú no quieres morir, quieres que tus problemas desaparezcan para poder vivir -su voz va cogiendo un tono más acogedor-, pero ¿sabes que?
Kyra le mira fijamente esperando que continúe. 
-Eso no va a pasar nunca -dice cambiando de golpe su tono por uno más duro-, para que los problemas se acaben debes acabarlos tú, así que en vez de malgastar el tiempo forzandote a creer que quieres morir -se da impulso en la varandilla para ponerse en pie de un salto, se guarda las manos en los bolsillos y remata la frase mientras se va-, inviértelo en seguir adelante, es la única forma de vivir. 
La joven se queda embobada viéndole alejarse mientras piensa en lo que le acaba de decir. Gira entonces su cabeza para mirar de nuevo al borde del puente y se plantea a sí misma que es lo que realmente quiere. Miles de caras de asco y burla cruzan fugazmente su mente, miles de insultos, miles de gestos, bromas y dibujos absurdos, un mundo entero sin un lugar para ella. Finalmente tras esta imagen, se encamina lentamente hacia su casa viendo una meta en su camino y haciéndose una simple pero dificícil pregunta. "¿Cómo lo haré?". 

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