lunes, 8 de septiembre de 2014

                                                             Una luz en las sombras
                                                                               9


Mientras tanto, algunas preguntas más irrelevantes suenan en la cabeza de Namira al otro lado del puente. "¿Donde se ha ido Wildcat?". Tras unos minutos de camino buscando a su amigo con la mirada, esta se posa casualmente en una tapa de alcantarilla y en un impulso de curiosidad decide intentar buscar algún rastro de lo que el otro día no pudo. Se acerca a la tapa, la abre tan silenciosamente como puede y se dispone a entrar. A su vez, algo lejos, un par de ratas se mueven en la oscuridad de la alcantarilla peleándose por un pedazo de algo que aparenta ser un animal muerto hasta que unas pequeñas ondas se forman en el agua a sus pies y salen corriendo. Alguien camina encorvado a la luz de una antorcha, acompañado únicamente por su sombra. Tanto su boca como su nariz van tapadas por una máscara de gas de un color verde oscuro pálido, mientras que sus ojos marrones, apenas abiertos lo suficiente para ver, son únicamente eclipsados por un flequillo marrón oscuro dividido en dos. El resto de su pelo forma una abultada y enmarañada coleta alta. Viste una camisa abierta de un verde algo mas intenso pero oscuro con las mangas rotas y una camiseta castaña llena de manchas por debajo junto con unos pantalones grises anchos hasta la mitad de la tibia y unos zapatones negros muy desgastados. En su mano izquierda sujeta una antorcha con la que ilumina su camino, mientras que la derecha, cuyo brazo esta lleno de relojes viejos de distintas clases, la mantiene guardada en el bolsillo del pantalón. Detiene su avance, saca la mano derecha del bolsillo y se agacha para cojer algo del suelo. Lo levanta aún empapado y goteando a la altura de la cara y obserba lo que es. Al ver que no es mas que una revista la tira de nuevo, da un par de pasos y se agacha para cojer otra cosa. Un balón pinchado. Lo tira de nuevo. Repite el proceso un par de veces hasta que coje una especie de caja metálica. La limpia un poco contra su camiseta y vuelve a verla de cerca. Quitada la mugre puede leerse una inscripción, "Panic Station". La sujeta con el brazo contra el cuerpo mientras vuelve a meter la mano en el bolsillo y sigue su camino.
En ese momento, en otro lugar no muy lejos, un joven observa, tumbado en un sofa destrozado, el goteo de una cañería rota en el techo, casi sincronizado con el tic tac de un antiguo reloj de péndulo que descansa en la misma pequeña y cochambrosa sala. El joven tiene una pequeña melena castaña a juego con sus ojos, de los cuales bajo el izquierdo, hay una mancha morada que podría ser un moratón. La vestimenta del chico se limita a una camiseta roja de manga corta increiblemente holgada que le cubre hasta las pantorrillas. Cada gota que golpea el suelo ante sus ojos se convierte rápidamente en una pregunta más en su cabeza. Tantas cosas que querría saber y tan pequeño el mundo en el que está encerrado. Cada nueva pregunta le hace pensar de nuevo en todo lo que hará cuando logre salir y volver a ver el mundo, pero poco a poco esta esperanza se va desvaneciendo como cada día. De pronto el sonido de una puerta abriéndose lo saca de sus pensamientos y se levanta rápidamente para ir hacia esta mientras sus esperanzas se reavivan. El hombre de las alcantarillas tira la antorcha apagada, de mala gana,  en el suelo de la habitación, malamente iluminada por un par de bombillas.
-¿¡Alguna novedad!? -pregunta el joven entusiasmado-.
El recién llegado cierra la puerta con el pie mientras le tiende la caja metálica sin decir nada. El chico la coje y se queda mirándola mientras su compañero se mueve por el lugar.
-¿Qué es? -pregunta confuso-.
-No lo se -responde fríamente su compañero-.
Desilusionado, deja la caja en un rincón y tras una breve pausa, el hombre vuelve a hablar desde otra sala.
-¿No deberías ponerte algo más?
-Pero es que aquí hace calor. .  y así estoy más cómodo -le responde-.
-Bueno. .  -entra nuevamente en la sala sin la máscara dejando a la vista la cara seria de un adolescente, no mucho más viejo que su acompañante- allá tú -se tumba bocaarriba en el sofá en el que estaba antes la otra persona e intenta acomodarse-.
El joven camina lentamente hasta el sofá y se sienta sobre la cintura de su compañero, con una pierna a cada lado y las manos sobre su pecho.
-Estoy cansado -se queja este-.
-Perdón. .  -se disculpa el chico en un tono apagado y tras un breve silencio, habla de nuevo- Vince. .  ¿Saldremos de aquí algún día?
Pasan unos segundos antes de que Vince conteste.
-Quién sabe.
Desilusionado por la respuesta, se deja caer sobre su pecho, se abraza a el y cierra los ojos. Vince duda un momento de que hacer, pero al final lo abraza con un brazo y se pierde en sus pensamientos sin quitarle la vista de encima.
Namira, que por su parte avanzó por las alcantarillas, se mantiene a sí mismo convencido de seguir avanzando a pesar de la peste que llena el lugar. Oye de pronto un ruido e inmediatamente se pone en guardia volteandose sobresaltado hacia la procedencia del sonido y relaja todo su cuerpo de nuevo al ver nada más que unas ratas corriendo de un lado a otro.
-Que irónico... -susurra para sí tras un suspiro-.
-Seguro que no se te habrá caído dentro? -se oye una voz de fondo a cierta distancia-.
Dos desconocidos caminan buscando con la vista en el suelo y una antorcha cada uno. Sus ojos se mueven rápido pero parecen no alcanzar nunca su objetivo.
-Ya he mirado dentro, ¡pesado! Si se me hubiese caído dentro ya la habría encontrado -se queja en resspuesta uno de ellos-.
-Eso te pasa por imbécil, no era tan difícil tener cuidado, solo era una puta caja.
-¿La habrá cogido alguien?
-Ya, claro, ¿quién? Aquí no hay nadie.
-¿Y dentro?
Ambos se frenan, se miran mutuamente y se dan media vuelta.Cuando ya se han alejado lo suficiente, Namira se levanta de un rincón oscuro en el cual su ropa se mimetizaba y da sigilosamente un par de pasos mirando hacia los hombres.
-¡Jackpot! -exclama en un susurro mientras suelta una pequeña risotada-.
Entonces se decide a seguirles cuidadosamente, confiando en haber encontrado lo que buscaba. Tras un buen rato siguiéndoles ve como sacan de unas pequeñas mochilitas una especie de máscaras de gas, se las ponen y acto seguido, desaparecen en un pequeño callejón a su derecha. Sorprendido, se asoma al callejón y observa como tras este una pequeña puerta metálica corta el paso. Piensa en las ganzúas que suele llevar encima por un momento, pero el motivo de las máscaras le echa para atrás antes de cometer ninguna estupidez y decepcionado, vuelve por donde ha venido.
Es en ese momento en el cual Kyra llega a su casa, preocupada por que escusa podría darle a su padre. Tan pronto entra cierra la puerta y la voz de Jecht la altera.
-Hola pequeña -la saluda enérgicamente apareciendo ante ella con una sonrisa- ¿Qué tal en clase?
Al notar que su padre no se habia dado cuenta de nada, decide callarse y seguirle el rollo.
-Bien, como siempre -le responde mientras va lo más directamente posible hacia su habitación pasando de largo ante él-.
-Que prisas -dice para si mientras la ve irse-.
Una vez en su habitación, la joven se quita de encima la mochila y la apoya en el suelo contra la cama. Acto seguido se va al cuarto de baño para encararse nuevamente al espejo y se aparta el flequillo de la cara dejando visible su ojo derecho. Se mira fijamente mientras se pregunta como tantas otras veces donde podría encajar pero, esta vez, una segunda pregunta cruza su mente. "¿Y él?". La voz de Jecht la saca entonces de sus pensamientos llamándola para comer y ella, tras recolocarse el flequillo, abre la puerta de su habitación y sale de esta mientras otra puerta se cierra en el Scissor Happy tras haber entrado Namira.
-Ya iba siendo hora de que llegases -comenta Eola-.
Namira mira hacia la barra y ve a un par de clientes, a Eola tras esta y a Wildcat encima maullando.
-Ha estado esperándote -dice mientras lo acaricia-.
-Mira que es cariñoso -dice entre risas una clienta-.
-Y un poco capullo... -susurra para sí-.
-¿Qué?
-Que qué haceis tan pronto aquí -cambia de tema mientras se dirige a la barra-.
-Ah -se dispone la mujer a responder-, hemos oído lo de que ha contratado a un grupo y queríamos verlo.
-Si viene a la noche -comenta Namira-.
-No nos culpes por ser impacientes -le contesta frunciendo el ceño-.
-Con haber venido a la hora de siempre os llegaba -dice sonriente mientras se sienta a su lado y apoya los codos en la barra-.
-Ya bueno, hoy teníamos el día libre así que -le sonríe-.
-Pues aún os falta por esperar -le devuelve la sonrisa y se gira hacia Eola-.Bueno... -dice alargando la 'e'- ¿y que hay de comer?
-Eso Eola -comenta otro de los clientes-, ¿que hay de comer?
-Tu a callar -ríe levemente mientras mira hacia la persona en cuestión- para ti no es gratis, y no tienes pinta de poder pagarme nada.
-¿Qué insinuas? -dice frunciendo el ceño-.
-Que eres un puto vago, se sincero -se acerca a su cara mirandolo fijamente-, no tienes el día libre, a ti te han despedido por no hacer nada.
Ambos se quedan observando al otro durante unos segundos con una expresión seria en la cara, mientras los demás clientes y Namira hacen poco más que de público, contemplando la escena sin perder el más minimo detalle. Tras unos segundos así, los labios del cliente empiezan a temblar y de pronto una risa escapa de su boca, comenzando a reírse todos con él.
-¿Se reirá algún día Eola primero? -pregunta la clienta de antes-.
-Lo dudo mucho -le responde Namira aún riéndose-.

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