domingo, 24 de agosto de 2014

                                                         Una luz en las sombras
                                                                             6

Más tarde en el Scissor Happy, el padre de Eola, perplejo, se apoya con los codos en la barra y fija su mirada en el crío, que no para de mirar a su alrededor.
-¿Y puede saberse cómo está el padre? -pregunta aún sin creerse lo que le han contado-.
-Ya te lo he dicho -contesta rápidamente Eola- no lo se, supongo que se habrá vuelto a su casa.
-Dios. . .  estáis como cabras -dice mientras se arrastra una mano por la cara-.
-¿Estamos? -pregunta Eola-.
-Si, tú por lo que has hecho y él por aceptar venir contigo.
Al oírlo Namira se da la vuelta y mira curioso al hombre.
-¡Lo trataba como a la mierda! -replica Eola-.
-Si no digo que no tengas razón. . .  -le contesta cansado- Pero eres consciente de la que has armado, ¿no? Sigue siendo su hijo, legalmente tiene todo el derecho del mundo a venir, ponerte la denuncia de tu vida y llevárselo.
-Yo no soy su hijo -lo interrumpe Namira inocentemente-.
Tanto padre como hija se quedan mirándole, esperando una explicación.
-Es lo que dicen siempre -continúa algo nervioso por las miradas-.
El padre se golpea la frente con una mano y la arrastra por la cara de nuevo.
-¿¡Ves!? -señala Eola al niño mientras mira a su padre-.
-Que si, que si. . .  pero eso no nos ayuda en nada, seguimos en la misma situación.
El hombre se queda mirando a Eola, cuya mirada busca desesperada un ápice de apoyo por su parte. Mira luego al crío, cuya inocente mirada no aparenta buscar otra cosa que enterarse de donde está el problema.
-¿Por qué  quieres quedarte aquí? -pregunta finalmente al niño-.
-Ela es buena conmigo -dice sonriendo-.
-¿Ela? -el padre se queda un segundo pensativo- Ah, Eola.
-Eso -se corrige el niño-.
-Pero si solo has pasado un día con ella.
-¿Y? -pregunta inocente-.
-No puedes saber cómo es alguien en tan poco tiempo.
-Nunca he estado tanto tiempo con nadie. . .  -dirige su mirada al suelo-.
El hombre, imaginándose que clase de crianza habrá tenido el niño se queda un rato callado.
-¿Y tus padres? -pregunta Eola captando la atención de los dos-.
-Nunca están conmigo, solo cuando se enteran de que hago cosas estúpidas.
-¿Como el gorro?
-Si.
Se quedan un rato callados y finalmente el padre de Eola habla.
-Esta bien, bienvenido a nuestra casa -dice de mala gana-, pero va a haber que pensar en como arreglárnoslas.
Namira y Eola se llenan de felicidad al oír esto y, el padre, mirándolos de reojo, no puede evitar sonreír por ver así a su hija. Por un momento todos sus problemas desaparecen, y vuelve a ver a su pequeña tal y como era.
Ya en el cuarto de Eola, esta baja las persianas y enciende las luces mientras el pequeño Namira curiosea las cosas de la joven que, cuando se da la vuelta, lo pilla husmeando en los cajones de su armario. Se acerca a él, se agacha y lo ve fisgoneando en algunas prendas de ropa.
-Es de cuando era pequeña -le dice-, ¿te gusta?
-Yo nunca he vestido ropa así -le responde mientras saca del cajón una pequeña camiseta verde oscura-.
-Debe ser incomodísimo andar con ropa como esa -dice mirando su vestimenta-, a ver. . .  -le quita la camiseta de las manos y la extiende enfrente de su cuerpo- creo que te vale, ¿quieres probartela?
-Si -contesta mientras vuelve a cogerla y antes de hacer nada más, se queda mirando a su compañera.
-¿Qué? -se queda un rato perdida hasta que comprende lo que el chico quiere- ¡Ah! -suelta una pequeña risa- vale, vale. . .  -dice mientras se da la vuelta para que pueda cambiarse-.
Namira se quita el chaleco y la camisa y tira ambos encima de la cama para luego ponerse la camiseta, que le queda ligeramente grande, por lo que queda algo holgada. El niño se queda mirándose en el espejo y, tras un rato, Eola se da la vuelta para ver si ya ha acabado.
-Te queda bien -le dice con una sonrisa- ¿tú qué opinas?
-Es cómoda -le responde mirándola-.
-Pruébate esto también, seguro que te gustan -comenta mientras saca del cajón unos pantalones cortos de color azul cielo y se los pasa por el aire-.
Namira los coge al vuelo y mira de nuevo a su compañera para que se dé la vuelta.
-Tranquilo -dice entre risas- te dejo intimidad.
Se va de la habitación dejando solo al chico y baja para ver a su padre mientras, al cual se encuentra apoyado en la barra mirando fijamente a la puerta de salida.
-¿Ocurre algo? -le pregunta preocupada-.
El padre gira la cabeza para verla y acto seguido vuelve a mirar a la puerta.
-No, tranquila -contesta distraído-, solo estaba pensando.
-¿En qué?
-En qué pasará -su voz mantiene un tono uniforme y distante en cada comentario-.
Eola se queda unos segundos en silencio, pensando en todo lo ocurrido.
-Siento haber causado tantos problemas -dice con un tono apagado mientras se agarra una mano con la otra e intenta mantenerlas quietas-.
El hombre vuelve a mirarla en silencio durante un rato y finalmente se aparta de la barra, la despeina con una mano mientras se guarda la otra en el bolsillo.
-Bah -replica mientras rodea la barra- nos las arreglaremos, ya verás.
Manteniendo la esperanza de que sea verdad, Eola suspira e intenta confiar en su padre. En ese momento Namira aparece junto a ella vestido con la ropa que le acababa de dar más unas chanclas negras calzadas.
-¿De dónde has sacado esas chanclas? -le interroga Eola-.
-Las encontré en tu cuarto.
-No me digas -le replica con tono sarcástico mientras se cruza de brazos y le mira de reojo-.
El padre de Eola, que se encontraba colocando las sillas del bar encima de las mesas, suelta una carcajada al ver la reacción de su hija y mira luego la cabeza del pequeño sobresaliendo sobre la barra.
-Muévete un poco anda, yo también quiero verte.
Namira rodea la barra y se acerca un poco al hombre, que lo mira mientras continúa subiendo sillas y Eola va detrás de él desenlazando los brazos.
-No te queda nada mal -le comenta subiendo la última silla-.
-Gracias -responde alegremente-.
Tras dar su respuesta, Namira se queda mirando alrededor.
-¿Es un bar? -pregunta curioso-.
-Anda -comenta Eola con cierta burla mientras se queda mirándole- si piensa.
-¡Oye! -le replica el chico molesto-.
-¿Qué? -se queja Eola mientras se apoya en su cabeza como si fuese una mesa- es que mira que has tardado.
-¡No me había fijado! -se excusa el inocente crío mientras el padre de Eola se ríe de fondo al ver la escena-.
-Es normal confundirse -le defiende el hombre-, normalmente los bares tienen clientes -se ríe mientras coge una fregona de un pequeño cuarto adyacente y empieza a fregar el suelo-.
Namira se queda mirándole y Eola suelta un largo suspiro.
-Solo es una mala racha, ya verás como algún día tenemos más clientes -le insiste como tantas veces-.
-Ya, seguro -dice con ironía el padre en respuesta- y yo me lo creo.
-¡Ya lo verás!
Namira, mientras tanto, mira a uno y a otro sin saber muy bien que decir. Sin darse cuenta suelta un gran bostezo y ambos se quedan mirándolo ahora a él.
-¿Tienes sueño? -pregunta Eola-.
-Un poco. . .  -dice frotándose un ojo-.
-Vamos anda -dice cogiéndolo de la mano y caminando con él hasta su cuarto-.
-¡Descansad bien! -se despide el padre de ellos y sigue luego con su tarea-.
Ya en la habitación, Namira se descalza y hace amago de ir a abrir la cama pero se detiene y mira a Eola.
-¿Donde dormirás tú?
Eola se queda sorprendida por la pregunta durante unos instantes hasta que responde.
-Contigo, ¿algún problema? -le replica mientras se quita el chaleco y lo tira junto a la puerta- te recuerdo que esta sigue siendo MI habitación.
-Vale -dice tímidamente mientras abre la cama-.
-¿Vas a dormir así? -le pregunta-.
Namira la mira para contestarle y se sonroja al verla sin camiseta quitándose los pantalones.
-S-si -tartamudea mientras aparta la vista y se mete rápidamente en cama-.
-Hm, como veas -le comenta mientras se mete en la cama detrás de él y se tapa-, si te es cómodo. . .  apaga la luz anda -le pide con voz cansada-.
Namira mira a su lado hasta ver el interruptor en la pared, lo pulsa y el cuarto se queda totalmente a oscuras.

En mitad de la noche un extraño sonido despierta a Eola que, aún somnolienta, atiende un poco a lo que su oído le dice y nota unas voces.
-¿Nami? -susurra-.
Al ver que su compañero sigue dormido, se levanta cuidadosamente de cama con la idea de que quizá las voces vengan de abajo y sale de su cuarto para comprobarlo. Al descender las escaleras escucha a su padre hablando con alguien, así que se agacha detrás de la barra con cuidado de no ser vista para enterarse de todo.
-. . . que buscáis no está aquí -oye a su padre-.
-¡No intentes tomarme el pelo, la vi venir aquí! -grita una voz conocida-.
-Pues te habrás equivocado, aquí no hay nadie -escucha a su padre insistir en un tono totalmente calmado-.
-¡Entonces déjanos entrar a mirar! -exige la voz que ahora reconoce, la del padre de Namira-.
-Mire agente, conozco mis derechos, y no podéis llegar y registrar mi casa sin una orden judicial, así que coja a este hombre y llévesolo ya, tengo sueño -dice el padre en tono despreocupado y cansado-.
-Lo se señor -responde una tercera voz-, pero entienda que este asunto no es ninguna broma y este hombre afirma que la culpable podría ser su hija.
-Si ese es el problema, solo compruebe mi registro civil, así quizá me crean por fin cuando les digo que no tengo ninguna hija, buenas noches -se despide antes de cerrar la puerta y caminar por toda la habitación hasta su cuarto-.
Eola mientras tanto, todavía agachada y en mitad de la oscuridad, no es capaz de moverse ya que su mente está totalmente ocupada manteniendo el eco de lo que su padre acababa de decir. "¿Lo diría en serio?". Se dice para sí que solo es un truco de su padre, una mala mentira en un intento de encubrirla, un farol. . .  Pero su subconsciente le abre los ojos a la fuerza, su padre no es tan idiota, su padre no intentaría algo tan penoso, su padre no se arriesgaría así a que lo pillaran, su padre. . .  ¿Su padre?
Tras unos instantes de confusión y aturdimiento, un golpe de frío recorre todo su cuerpo y se levanta despacio para irse de nuevo a su habitación. Una vez dentro, se mete en cama con cuidado de no despertar a Namira, que duerme plácidamente e intenta conciliar el sueño, mas un fuerte insomnio en forma de dudas y preguntas mantiene abiertos sus ojos a pesar de sus esfuerzos por alejar todo lo sucedido de su mente. Cierra los ojos con fuerza y se concentra para dejar su mente en blanco inútilmente, hasta que nota a Namira moverse en sueños y su mente comienza a enfocar los pocos momentos que ha pasado con él. Entonces, sus ojos se relajan y se sume por fin en un profundo y merecido sueño. Horas más tarde, unas nuevas voces la despiertan otra vez. Entreabre ligeramente los ojos y ve un rayo de luz entrar en la habitación por la puerta, ahora medio abierta. Busca a tientas con la mano el interruptor de la luz y nota la extraña falta de algo, pero no sabe muy bien el qué. Finalmente lo encuentra y lo pulsa, cegándose a sí misma con una luz irónicamente inesperada. Abre los ojos poco a poco con esfuerzo y va acostumbrándose lentamente a la luz hasta que, aún cansada, deja caer la cabeza hacia un lado quedando ante ella la pared. Esta imagen, que normalmente veía a diario, hoy le resultaba inexplicablemente rara. Tras unos segundos pensando en ello, se da cuenta finalmente de que Namira no está, con lo que se levanta a toda prisa de la cama, abre y cruza la puerta casi chocándose con ella y baja las escaleras a toda velocidad, hasta llegar a la barra, que usa para frenarse en seco. Con el corazón encogido observa a su padre y a Namira, dibujando uno y desayunando el otro. Namira se sonroja al verla mientras que su padre intenta contener una carcajada.
-¿No tienes frío? -le pregunta finalmente el hombre con cierto rintintín-.
Eola tarda unos segundos en pillar el chiste, hasta que mira hacia abajo para verse a sí misma y sale corriendo de nuevo hacia su habitación quejandose por el camino mientras su padre y Namira se ríen. Una vez en su cuarto se viste a toda prisa y vuelve a bajar aún despeinada y descalza, pero vestida esta vez.
-Ya, ya. . .  muy gracioso -comenta con sarcasmo al ver que aún se ríen un poco-.
-Pues tu espérate a que el canijo llegue a la pubertad -dice señalándolo- entonces SI será gracioso.
-¡Cállate! -le exige ante la confusa mirada del niño, que no entiende nada-.
Mientras Eola y su padre continúan con su discusión, Namira desvía su mirada hasta el dibujo del padre, en el cual están tanto él como Eola.
-Dibujas muy bien -le afirma asombrado-.
Ambos cesan su conversación ante la interrupción del niño y Eola se fija entonces en el dibujo.
-Gracias -le responde el hombre- siempre me ha gustado.
Eola le quita el dibujo para mirarlo de cerca y se sorprende al fijarse en un detalle en concreto.
-Tengo los dos ojos. . .  -dice esperando una explicación-.
-Claro -responde su padre con total naturalidad mientras apoya los codos en la mesa, entrelaza las manos y apoya la cabeza en estas sonriente-, porque no has cambiado -al decir esto Eola le mira fijamente- sigues siendo la misma cría de siempre.
No sabe muy bien que responder, pero siente una extraña calidez al volver a mirar el dibujo y verse sonriendo, como si estuviera en paz consigo misma. Mira entonces de nuevo a su padre y a Namira y por un segundo, visualiza en ellos una familia. Sonríe inconscientemente y todas las ideas en su mente se aclaran al fin. Ya no queda duda alguna, esta es su familia.

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